El redentor caribeño
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Marzo 17, 2013
Estima o desprecio, amor u odio; cualquier sentimiento menos indiferencia es lo que podemos tener por Hugo Chávez. Murió un carismático líder que hizo lo que le vino en gana con la política interna y externa de su país durante los últimos 14 años. Para los que no tenemos nada que ver con la distante Venezuela y, por lo tanto, no fuimos victimas de sus arbitrarias decisiones nos podría parecer un personaje original y simpático, un dirigente con una personalidad avasalladora, un fajador, un parlachín ocurrente que supo conectarse con la gente más pobre e iletrada de esa nación caribeña a través de un trato coloquial y directo que mantuvo permanentemente con ellos, y que tuvo además la habilidad de llamar siempre la atención de la prensa internacional que le daba una enorme cobertura a sus desplantes y diatribas, de tal manera que colocó a la patria que vio nacer a Simón Bolívar en el mapa del mundo; pero para millones de venezolanos que no simpatizaban con él y que tuvieron que sufrirlo durante tanto tiempo fue una verdadera calamidad que los empobreció y restringió sus libertades y derechos.
Muere un showman que sin respetar la investidura presidencial cantaba, bailaba, recitaba en público, expropiaba sin ton ni son, nombraba y destituía colaboradores por televisión e invocaba a Dios en todas sus apariciones como lo haría cualquier charlatán evangelista; y que explican, en gran medida, el éxito de su liderazgo y la sincera empatía que muchos marginados sentían por su redentor. No recuerdo otro funeral de un jefe de Estado en el continente americano más concurrido y con tantas muestras de dolor que el del extinto Chávez. Fue impresionante el número de dolientes que con un sentido de pertenencia y solidaridad salieron a las calles a expresar su cariño por un líder con quien se identificaban, aunque habrá que esperar si esas simpatías también se manifiestan en las urnas por su sucesor.
Chávez fue un conspirador que acomodó la constitución bolivariana a su gusto para permanecer en la presidencia hasta que la muerte lo alcanzara. Un golpista que alentó divisiones y rencores entre los venezolanos que difícilmente podrán conciliar. Murió un manipulador populista que concentró todo el poder y obligó a emigrar a más de 900 mil venezolanos que, con los más de 6 millones de ciudadanos que no votaron por él en la última contienda electoral, están de plácemes por su deceso y esperanzados a que ocurra un cambio en su país. Una economía hecha pedazos e índices de violencia tres veces mayores a los que registramos en México, serían motivos suficientes en cualquier democracia para que fracasara un proyecto continuista como el que se pretende instaurar en
Venezuela; aunque en este país, el dinero del petróleo que entra por borbotones y se aplica con dispendio y corrupción en subsidios y donativos, les garantiza una base electoral suficientemente fuerte como para ganar la elección. Cualquier división, cualquier fractura que pueda ocurrir en estos días entre los chavistas despertaría las ambiciones de los militares que no dudarían en hacerse del poder.
La campaña del candidato oficial, incapaz de controlar sus lloriqueos y emociones, se inició el 8 de diciembre cuando Chávez, sabiendo que su enfermedad era terminal, le pidió a los venezolanos que votaran por Nicolás Maduro, quien como presidente y candidato a la vez le lleva una enorme ventaja a su único opositor porque dispone libremente de todos los recursos humanos y económicos del Estado; aunque hay señales que nos indican que no todo marcha bien, pues si así fuera, por simple sentido común, trataría de moderar sus ataques y darle un trato respetuoso al opositor. Sus agresiones han llegado al extremo de advertirle –para meterle miedo- que existe un complot de la ultra derecha para asesinarlo.
Por lo pronto, Maduro, con la misma interpretación de la “continuidad administrativa”que le valió a Chávez para que no se presentara a juramentar su cargo, ha asumido interinamente la presidencia mientras que se celebran las elecciones, violando la Constituciónde su país, pues el cargo de vicepresidente que ostentaba no llevaba implícito la facultad de reemplazar al presidente electo cuando este falleciera, pues sólo podría sustituirlo si la falta absoluta hubiera ocurrido en los dos últimos años del mandato. Esta caricatura de Chávez quiso aprovechar la presencia de las delegaciones extranjeras que acudieron al sepelio para que atestiguaran su toma de posesión y avalaran la legitimidad del cargo que usurpa. Sólo unos cuantos incondicionales se quedaron a la ceremonia, el resto se retiró. El decreto de luto se extendió hasta el 15 de marzo, así como la prohibición de comprar licor.
La muerte de Hugo Chávez podría originar una gravísima crisis en la isla de Cuba si el candidato del centro derecha Hernrique Capriles derrota al heredero de Chávez, un crisis tan profunda como la del “período especial” que ocurrió cuando la Unión Soviética le retiró su apoyo económico a consecuencia de la caída del muro de Berlín. Su gobierno cancelaría los beneficios del petróleo venezolano y sus finanzas se desplomarían.
La importancia que tiene Venezuela en el contexto internacional se lo debe al petróleo, sin este producto sería otro país bananero. Su precio se ha multiplicado por 10 en los últimos 14 años, y en este incremento Chávez tuvo mucho que ver, pues en 1999 pactó con los países árabes una cuota de producción para disparar su valor hasta los 150 dólares por barril. Ningún país petrolero puede producir más barriles que las cantidades autorizadas, aunque su subsuelo esté inundado de chapopote. Este chorro de dinero es lo que le ha permitido a ese gobierno disparar el gasto público, otorgar subsidios y donativos para crecer su base social y mantener a flote su deteriorada economía. Las expropiaciones, las dificultades para que las trasnacionales repatríen sus utilidades y su discurso antiimperialista han ahuyentado la inversión extranjera. La desocupación y la carencia de víveres y servicios han convertido a Caracas en una de las metrópolis más feas y peligrosas del planeta.
Marzo 17, 2013
Estima o desprecio, amor u odio; cualquier sentimiento menos indiferencia es lo que podemos tener por Hugo Chávez. Murió un carismático líder que hizo lo que le vino en gana con la política interna y externa de su país durante los últimos 14 años. Para los que no tenemos nada que ver con la distante Venezuela y, por lo tanto, no fuimos victimas de sus arbitrarias decisiones nos podría parecer un personaje original y simpático, un dirigente con una personalidad avasalladora, un fajador, un parlachín ocurrente que supo conectarse con la gente más pobre e iletrada de esa nación caribeña a través de un trato coloquial y directo que mantuvo permanentemente con ellos, y que tuvo además la habilidad de llamar siempre la atención de la prensa internacional que le daba una enorme cobertura a sus desplantes y diatribas, de tal manera que colocó a la patria que vio nacer a Simón Bolívar en el mapa del mundo; pero para millones de venezolanos que no simpatizaban con él y que tuvieron que sufrirlo durante tanto tiempo fue una verdadera calamidad que los empobreció y restringió sus libertades y derechos.
Muere un showman que sin respetar la investidura presidencial cantaba, bailaba, recitaba en público, expropiaba sin ton ni son, nombraba y destituía colaboradores por televisión e invocaba a Dios en todas sus apariciones como lo haría cualquier charlatán evangelista; y que explican, en gran medida, el éxito de su liderazgo y la sincera empatía que muchos marginados sentían por su redentor. No recuerdo otro funeral de un jefe de Estado en el continente americano más concurrido y con tantas muestras de dolor que el del extinto Chávez. Fue impresionante el número de dolientes que con un sentido de pertenencia y solidaridad salieron a las calles a expresar su cariño por un líder con quien se identificaban, aunque habrá que esperar si esas simpatías también se manifiestan en las urnas por su sucesor.
Chávez fue un conspirador que acomodó la constitución bolivariana a su gusto para permanecer en la presidencia hasta que la muerte lo alcanzara. Un golpista que alentó divisiones y rencores entre los venezolanos que difícilmente podrán conciliar. Murió un manipulador populista que concentró todo el poder y obligó a emigrar a más de 900 mil venezolanos que, con los más de 6 millones de ciudadanos que no votaron por él en la última contienda electoral, están de plácemes por su deceso y esperanzados a que ocurra un cambio en su país. Una economía hecha pedazos e índices de violencia tres veces mayores a los que registramos en México, serían motivos suficientes en cualquier democracia para que fracasara un proyecto continuista como el que se pretende instaurar en
Venezuela; aunque en este país, el dinero del petróleo que entra por borbotones y se aplica con dispendio y corrupción en subsidios y donativos, les garantiza una base electoral suficientemente fuerte como para ganar la elección. Cualquier división, cualquier fractura que pueda ocurrir en estos días entre los chavistas despertaría las ambiciones de los militares que no dudarían en hacerse del poder.
La campaña del candidato oficial, incapaz de controlar sus lloriqueos y emociones, se inició el 8 de diciembre cuando Chávez, sabiendo que su enfermedad era terminal, le pidió a los venezolanos que votaran por Nicolás Maduro, quien como presidente y candidato a la vez le lleva una enorme ventaja a su único opositor porque dispone libremente de todos los recursos humanos y económicos del Estado; aunque hay señales que nos indican que no todo marcha bien, pues si así fuera, por simple sentido común, trataría de moderar sus ataques y darle un trato respetuoso al opositor. Sus agresiones han llegado al extremo de advertirle –para meterle miedo- que existe un complot de la ultra derecha para asesinarlo.
Por lo pronto, Maduro, con la misma interpretación de la “continuidad administrativa”que le valió a Chávez para que no se presentara a juramentar su cargo, ha asumido interinamente la presidencia mientras que se celebran las elecciones, violando la Constituciónde su país, pues el cargo de vicepresidente que ostentaba no llevaba implícito la facultad de reemplazar al presidente electo cuando este falleciera, pues sólo podría sustituirlo si la falta absoluta hubiera ocurrido en los dos últimos años del mandato. Esta caricatura de Chávez quiso aprovechar la presencia de las delegaciones extranjeras que acudieron al sepelio para que atestiguaran su toma de posesión y avalaran la legitimidad del cargo que usurpa. Sólo unos cuantos incondicionales se quedaron a la ceremonia, el resto se retiró. El decreto de luto se extendió hasta el 15 de marzo, así como la prohibición de comprar licor.
La muerte de Hugo Chávez podría originar una gravísima crisis en la isla de Cuba si el candidato del centro derecha Hernrique Capriles derrota al heredero de Chávez, un crisis tan profunda como la del “período especial” que ocurrió cuando la Unión Soviética le retiró su apoyo económico a consecuencia de la caída del muro de Berlín. Su gobierno cancelaría los beneficios del petróleo venezolano y sus finanzas se desplomarían.
La importancia que tiene Venezuela en el contexto internacional se lo debe al petróleo, sin este producto sería otro país bananero. Su precio se ha multiplicado por 10 en los últimos 14 años, y en este incremento Chávez tuvo mucho que ver, pues en 1999 pactó con los países árabes una cuota de producción para disparar su valor hasta los 150 dólares por barril. Ningún país petrolero puede producir más barriles que las cantidades autorizadas, aunque su subsuelo esté inundado de chapopote. Este chorro de dinero es lo que le ha permitido a ese gobierno disparar el gasto público, otorgar subsidios y donativos para crecer su base social y mantener a flote su deteriorada economía. Las expropiaciones, las dificultades para que las trasnacionales repatríen sus utilidades y su discurso antiimperialista han ahuyentado la inversión extranjera. La desocupación y la carencia de víveres y servicios han convertido a Caracas en una de las metrópolis más feas y peligrosas del planeta.