"Qué solos se quedan los muertos"
Fragmento de
un poema de Gustavo A. Bécquer
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Marzo 3, 2013
¿Qué se hicieron las huestes de la maestra Elba Esther Gordillo? ¿Dónde quedaron los más de un millón 200 mil maestros afiliados a su sindicato? ¿Dónde están los pasmados y asustados dirigentes sindicales que se enriquecieron con ella? ¿Dónde los delegados del SNTE que asistieron al VI Congreso Nacional de Educación el pasado mes de octubre en un exclusivo hotel de la Riviera Maya, y que entre porras y aplausos la eligieron por unanimidad para que dirigiera los destinos de su organización por otros seis años? Un evento que tuvo un costo superior a los 153 millones de pesos y en el que se regalaron 3,500 laptops a igual número de asistentes.
¿Dónde quedaron los senadores y diputados de su partido? ¿Dónde los dirigentes de las secciones locales 26 y 52, que ni siquiera se atreven a emitir un juicio para valorar lo ocurrido? ¿Dónde están los 125 maestros, líderes y familiares que con ella viajaron en un crucero por el archipiélago de Hawai y gozaron de sus lujos? Todos la han abandonado y dejado a su suerte. Ni un desplegado en el que alguien abogue por ella y reconozca sus méritos como sostén de las últimas cuatro administraciones y factor de estabilidad política. Ni un plantón de familiares y amigos en el exterior de la cárcel que la hospeda. Ni una expresión de gratitud por parte de los gobernadores y ex presidentes a los que auxilió en sus conflictos con el magisterio. Hace unos cuantos días, el 6 de febrero, en su cumpleaños número 68, alardeaba ante una multitud de maestros que se congregó en un mitin celebrado en el Estado de México, que era una guerrera y que ni las amenazas ni nada la iban a intimidar. Oía pasos en la azotea y no los quiso atender, pues confiaba en que el gran tlatoani –el único que podía ordenar su aprehensión- no se atrevería a inmolarla.
Humillaciones y vituperios caen sobre la chiapaneca, la mujer más odiada del país que no midió las consecuencias de sus ofensivos desplantes. Odium plebis como dirían los romanos. Pocas campañas de desprestigio han tenido tanto éxito y difusión como la que ahora se orquesta en su contra y que el gobierno de Peña Nieto ha sabido capitalizar para ganar imagen y simpatías. La condena es unánime: ¡Culpable! No tiene salvación. Está más sola que un muerto seco en un cementerio abandonado. Ni paros magisteriales, ni protestas, ni nadie que se manifieste a su favor. Está en la cárcel por haber retado al sistema y no por corrupta y arbitraria. Su indisciplina la hundió. Midió mal sus fuerzas, pues creyó que sus méritos y relaciones; su edad, salud y condición de mujer la hacían intocable. No reparó en que esta administración necesita infundir miedo y respeto para que nadie se alborote u oponga a la reforma fiscal y energética con las se pretende gravar alimentos y medicinas y privatizar la industria petrolera. Hasta el más despistado de los ciudadanos se pregunta: ¿Por qué entonces no encarcelan al corrupto dirigente del sindicato petrolero? Porque coadyuva servilmente con el gobierno sin importarle las desgracias que le esperan al país.
Gordillo perdió el piso y se cayó. ¿Cómo es posible que con su enorme colmillo haya aceptado que Televisa la entrevistara cuando tenía a toda la opinión pública en su contra, y que haya soportado que la periodista se pitorreara de ella y exhibiera sus vanidades y excesos? Las críticas y descalificaciones le llovieron como nunca a partir de ese programa, que si bien, divirtió a unos, a otros los acabó de indignar. Se trataba de un espectáculo en el todos admirábamos su nuevo rostro, notablemente mejorado por el trabajo de un cirujano plástico que le había hecho el milagro de quitarle los rasgos grotescos que le habían dejado otras intervenciones. Hasta guapa se veía.
Es de esperarse que mediante un arreglo político se le permita dentro de uno o dos años purgar el resto de la condena en su domicilio, a cambio de guardar absoluto silencio. Sabe demasiado. Tendrá que aceptar que ella fue la única dirigente sindical que se benefició con el desvío de las cuotas de los trabajadores. Nadie más que ella. Que los demás ni enterados estaban de estos movimientos. Tendrá que seguir ocultando los ilícitos de los funcionarios que ahora la sientan en el banquillo de los acusados, empezando por los del propio presidente, con quien mantuvo una estrecha relación de amistad y complicidades políticas. Su edad y las enfermedades que la aquejan serán el pretexto humanitario para justificar su excarcelación.
En este proceso se pretende demostrar que más de dos mil millones de pesos del SNTE se desviaron mediante triangulaciones bancarias a las cuentas de varios prestanombres, quienes a su vez pagaban los gastos que la maestra les indicaba, aunque dolosamente se oculta que los informes financieros del gremio, previamente auditados, fueron aprobados por unanimidad en las asambleas generales. No existe querella alguna por parte del Sindicato en la que se denuncie el desvío de ese dinero, lo que podría interpretarse como una aceptación o consentimiento de los pagos y transferencias que se realizaban. Sería muy ilustrativo que nos informaran qué clase de comprobantes presentaron los cómplices de Gordillo para que el tesorero del Sindicato ordenara los pagos.
Cualquier defraudador con un mínimo de oficio cuida todos estos detalles y presenta facturas de gastos que difícilmente se pueden cuestionar. ¿Pero desde cuando le salió al gobierno la preocupación de vigilar el destino que se le da a las cuotas sindicales? El combate a la corrupción del gobierno peñanietista es una farsa y, en este caso, es también un penoso ejemplo de aplicación selectiva
de la ley.
Creo que a la profesora se le debería procesar por el delito de defraudación fiscal, y si acaso, por el de asociación delictuosa porque infringió el artículo 107 de la Ley del Impuesto sobre la Renta que se refiere a aquellas personas que en un ejercicio fiscal realizan erogaciones superiores a los ingresos que hubieran declarado al fisco, y sólo en el caso de que no pague los impuestos omitidos se podría presentar una denuncia penal en su contra.
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Marzo 3, 2013
¿Qué se hicieron las huestes de la maestra Elba Esther Gordillo? ¿Dónde quedaron los más de un millón 200 mil maestros afiliados a su sindicato? ¿Dónde están los pasmados y asustados dirigentes sindicales que se enriquecieron con ella? ¿Dónde los delegados del SNTE que asistieron al VI Congreso Nacional de Educación el pasado mes de octubre en un exclusivo hotel de la Riviera Maya, y que entre porras y aplausos la eligieron por unanimidad para que dirigiera los destinos de su organización por otros seis años? Un evento que tuvo un costo superior a los 153 millones de pesos y en el que se regalaron 3,500 laptops a igual número de asistentes.
¿Dónde quedaron los senadores y diputados de su partido? ¿Dónde los dirigentes de las secciones locales 26 y 52, que ni siquiera se atreven a emitir un juicio para valorar lo ocurrido? ¿Dónde están los 125 maestros, líderes y familiares que con ella viajaron en un crucero por el archipiélago de Hawai y gozaron de sus lujos? Todos la han abandonado y dejado a su suerte. Ni un desplegado en el que alguien abogue por ella y reconozca sus méritos como sostén de las últimas cuatro administraciones y factor de estabilidad política. Ni un plantón de familiares y amigos en el exterior de la cárcel que la hospeda. Ni una expresión de gratitud por parte de los gobernadores y ex presidentes a los que auxilió en sus conflictos con el magisterio. Hace unos cuantos días, el 6 de febrero, en su cumpleaños número 68, alardeaba ante una multitud de maestros que se congregó en un mitin celebrado en el Estado de México, que era una guerrera y que ni las amenazas ni nada la iban a intimidar. Oía pasos en la azotea y no los quiso atender, pues confiaba en que el gran tlatoani –el único que podía ordenar su aprehensión- no se atrevería a inmolarla.
Humillaciones y vituperios caen sobre la chiapaneca, la mujer más odiada del país que no midió las consecuencias de sus ofensivos desplantes. Odium plebis como dirían los romanos. Pocas campañas de desprestigio han tenido tanto éxito y difusión como la que ahora se orquesta en su contra y que el gobierno de Peña Nieto ha sabido capitalizar para ganar imagen y simpatías. La condena es unánime: ¡Culpable! No tiene salvación. Está más sola que un muerto seco en un cementerio abandonado. Ni paros magisteriales, ni protestas, ni nadie que se manifieste a su favor. Está en la cárcel por haber retado al sistema y no por corrupta y arbitraria. Su indisciplina la hundió. Midió mal sus fuerzas, pues creyó que sus méritos y relaciones; su edad, salud y condición de mujer la hacían intocable. No reparó en que esta administración necesita infundir miedo y respeto para que nadie se alborote u oponga a la reforma fiscal y energética con las se pretende gravar alimentos y medicinas y privatizar la industria petrolera. Hasta el más despistado de los ciudadanos se pregunta: ¿Por qué entonces no encarcelan al corrupto dirigente del sindicato petrolero? Porque coadyuva servilmente con el gobierno sin importarle las desgracias que le esperan al país.
Gordillo perdió el piso y se cayó. ¿Cómo es posible que con su enorme colmillo haya aceptado que Televisa la entrevistara cuando tenía a toda la opinión pública en su contra, y que haya soportado que la periodista se pitorreara de ella y exhibiera sus vanidades y excesos? Las críticas y descalificaciones le llovieron como nunca a partir de ese programa, que si bien, divirtió a unos, a otros los acabó de indignar. Se trataba de un espectáculo en el todos admirábamos su nuevo rostro, notablemente mejorado por el trabajo de un cirujano plástico que le había hecho el milagro de quitarle los rasgos grotescos que le habían dejado otras intervenciones. Hasta guapa se veía.
Es de esperarse que mediante un arreglo político se le permita dentro de uno o dos años purgar el resto de la condena en su domicilio, a cambio de guardar absoluto silencio. Sabe demasiado. Tendrá que aceptar que ella fue la única dirigente sindical que se benefició con el desvío de las cuotas de los trabajadores. Nadie más que ella. Que los demás ni enterados estaban de estos movimientos. Tendrá que seguir ocultando los ilícitos de los funcionarios que ahora la sientan en el banquillo de los acusados, empezando por los del propio presidente, con quien mantuvo una estrecha relación de amistad y complicidades políticas. Su edad y las enfermedades que la aquejan serán el pretexto humanitario para justificar su excarcelación.
En este proceso se pretende demostrar que más de dos mil millones de pesos del SNTE se desviaron mediante triangulaciones bancarias a las cuentas de varios prestanombres, quienes a su vez pagaban los gastos que la maestra les indicaba, aunque dolosamente se oculta que los informes financieros del gremio, previamente auditados, fueron aprobados por unanimidad en las asambleas generales. No existe querella alguna por parte del Sindicato en la que se denuncie el desvío de ese dinero, lo que podría interpretarse como una aceptación o consentimiento de los pagos y transferencias que se realizaban. Sería muy ilustrativo que nos informaran qué clase de comprobantes presentaron los cómplices de Gordillo para que el tesorero del Sindicato ordenara los pagos.
Cualquier defraudador con un mínimo de oficio cuida todos estos detalles y presenta facturas de gastos que difícilmente se pueden cuestionar. ¿Pero desde cuando le salió al gobierno la preocupación de vigilar el destino que se le da a las cuotas sindicales? El combate a la corrupción del gobierno peñanietista es una farsa y, en este caso, es también un penoso ejemplo de aplicación selectiva
de la ley.
Creo que a la profesora se le debería procesar por el delito de defraudación fiscal, y si acaso, por el de asociación delictuosa porque infringió el artículo 107 de la Ley del Impuesto sobre la Renta que se refiere a aquellas personas que en un ejercicio fiscal realizan erogaciones superiores a los ingresos que hubieran declarado al fisco, y sólo en el caso de que no pague los impuestos omitidos se podría presentar una denuncia penal en su contra.